¿Sabes ese momento en el que tu mundo se detiene? ¿Ese instante en el que simplemente no sientes nada? Ese pequeño espacio de tiempo en el que lo único que podía hacer era recordar su nombre, sus historias, sus tristezas y alegrías; y luego de eso, el mundo se derrumba. El tiempo avanza. No se te da la oportunidad de detenerte ni por un segundo. No se puede negar que a veces se siente que no se puede continuar sin su presencia, pero nos obligan a hacerlo. Así es la vida, dicen algunos. Pero ya nada es igual, se nota la ausencia de alguien a quien apreciabas, admirabas y querías. Un trocito de lo que te hacía ser, ya no está y no volverá nunca más. ¿Cómo se le llama a ese sentimiento? No encuentro ninguna definición para eso. Hay un sin sabor en el ambiente de todos tus allegados, pero sé como muchos que jamás desearías que todo se perdiera para todos. Sé que mirabas a todos con esperanzas de algo mejor, que confiabas en tus amigos, que apoyabas y que acompañabas sin importar nada.
Gracias por pasar por mi vida, por ser un pequeño consejero, guía, compañero, pero más que nada un gran amigo. Los recuerdos jamás se irán, y tu tampoco, porque me enseñaron que la amistad es eterna, que no hay fuerza que separe eso. Y por primera vez en la vida deseo que algo sea verdad.
Alguna vez me dijiste que siempre estarías ahí para mí, sin importar el tiempo ni la distancia. Y siempre lo cumpliste. Y estoy más que segura que lo seguirás haciendo. El león que cuida jamás deja de hacerlo. Y tu eras el león.
Extrañándote como nunca viejo amigo.